Los soldados incas
de alto rango eran elegidos mediante la celebración del
"Huarachicuy", fiesta en la cual se hacían diversas pruebas de
destreza física como velocidad, puntería, combates simulados, y resistencia al
sueño.7
Al
crecer el imperio los incas tuvieron que establecer un ejército de oficiales
profesionales en reemplazo al de campesinos guerreros. Los batallones incas
estaban integrados por escuadras permanentes (generales y oficiales), y otras
no permanentes compuestas por hatun
runas (hombres comunes) levados que cumplían con la mita militar (comparable con el servicio
militar obligatorio). Una vez cumplida la mita, cada hatun runa volvía a su respectivo ayllu.
Cada
batallón estaba conformado por una sola etnia, y dirigida por un curaca de la misma. Si moría, era reemplazado
por otro curaca del mismo grupo. Para evitar las rebeliones, cada etnia estaba
dividida en dos batallones, y sus generales competían con su compatriota para
lucirse y alcanzar un mayor rango.8 Este concepto de "dualidad"
existía en todo el mundo andino para representar sus dos dinastías: Hanan y
Hurin.
Los
escuadrones del ejército inca solían organizarse de la siguiente forma: al
frente, los honderos y arqueros; tras ellos, soldados con hachas y macanas
(para el choque cuerpo a cuerpo); más atrás soldados con lanzas cortas (a veces
arrojadizas), y al final, las tropas con lanzas largas de hasta 6 metros.
Desde
el gobierno de Túpac Yupanqui,
existió una élite de soldados especializados en el cuidado del Sapa Inca durante los paseos, viajes o
conquistas.11 Estos eran principalmente tropas de
origen cusqueño, aunque con el tiempo también se incluyó a soldados destacados
de otras etnias, como los Kollaguas que procedían de los actuales territorios
de Arequipa. Esta guardia imperial llegó a tener unos 10.000 miembros que
acompañaban siempre al emperador, todos ellos de origen noble.
Todo
soldado inca debía tener entre 25 y 50 años. Todos los súbditos del imperio, o
runas, hacían el servicio militar o trabajos para el Estado. En el caso de los
nobles, éste era un honor y un deber; en caso de los plebeyos era un medio de
ascensión social. Se elegía a uno de cada 50 hombres para el servicio militar
(de preferencia hombres jóvenes), sobre los 25 años (esa era la edad en que
según los incas se cumplía mayoría de edad). Según el concepto de dualidad
también se mandaba a una de cada 50 mujeres jóvenes a servir en un Templo de
las Vírgenes del Sol de por vida.
Cuando
se cumplía cierto período (generalmente 6 a 7 años) el soldado quedaba
relevado, pero los oficiales profesionales eran soldados permanentes y pagados.
Los militares tuvieron muchos privilegios. El estado les alimentaba, les daba
casa, ropa y muchos regalos de coca, joyas y esposas.
Los
runas de la costa, a diferencia de los de la sierra, estaban libres de servir,
posiblemente por que no podían soportar las condiciones climáticas de los Andes donde solían librase las batallas.
Los
ejércitos incas se caracterizaban por ser disciplinados y bien organizados, sus
tropas solían estar en silencio y sólo al momento de atacar gritaban o
cantaban, acompañados de instrumentos de música con el fin de asustar al
enemigo. Además el ejército marchaba acompañado por un alto número de mujeres,
a veces familiares de los soldados, quienes se encargaban de cocinar, vestir,
encargarse de los heridos y enterrar a los muertos (esto era algo común en la
zona centro andina
precolombina). Los ejércitos incas, por motivos religiosos, no
luchaban de noche. Los sacerdotes viajaban con el ejército; su función era
rezar, hacer sacrificios y tratar de debilitar al enemigo mediante prácticas.
Los
soldados que se distinguían en la lucha demostrando su valentía recibían
recompensas. Los soldados comunes eran premiados con objetos de metal, medallas
o vestidos.
Una
vez que la batalla había terminado, los jefes enemigos derrotados sólo eran ejecutados
si rehusaban aceptar la soberanía de los incas. Algunos, particularmente los
más aguerridos y rebeldes, eran sacrificados, pero en su mayoría, los pueblos
conquistados pasaban a formar parte del imperio.
Los
pueblos conquistados debían hablar la lengua de los incas, adorar a sus dioses
y, en suma, vivir como ellos. Los funcionarios incas hacían un cuidadoso
estudio de toda la zona conquistada.